Pensar los entornos digitales como elementos
constitutivos de la reflexión sobre la didáctica en la escuela nos empuja a
reinventarnos; nos lleva a explorar qué se pone en juego cuando metemos un
jugador más en la cancha, pero no un jugador cualquiera, sino uno que redefine
todo el planteo táctico y estratégico que veníamos tramando.
Una de las alternativas más profusamente
retomadas para llevar adelante esta tarea es el modelo TPACK, que presenta la
ventaja de reunir en sí tres dimensiones de un mismo problema: la inclusión de
la tecnología en la escuela. Con su tríada de patas:
tecnología-disciplina-didáctica, este modelo, sin dudas, nos propone una mirada
por fuera de lo unidimensional abriendo el juego a nuevas preguntas, al mismo
tiempo que complejiza la cuestión de las estrategias didácticas en el aula. La
tecnología deja el lugar sagrado al que la han circunscripto los tecnófilos
para convertirse en un componente más –y no por ello menos central- en la
reflexión de la tarea docente.
Ahora bien, hay algo que, me parece, habría
que repensar respecto del modelo TPACK. Con esto me refiero a los diálogos que hacia
adentro del diseño de estrategias y actividades deben trazarse entre
contenidos, TIC y didáctica. Entender la planificación -sus contenidos,
estrategias didácticas y herramientas digitales- en términos de pasos
estructurados, como hace el TPACK, quizás resulta limitante en tanto que –retomando
la idea de inclusión genuina de Maggio- el proceso de diseño involucra siempre
instancias de repensar epistemológicamente los objetivos de cada disciplina.
Llevar hasta sus últimas consecuencias la
idea de la tecnología como elemento transformador de las formas de construcción
del conocimiento implica una proceso, más que lineal, circular, o mejor aún, espiralado,
que nos obliga a rever nuestros objetivos incluso –o mejor dicho, sobre todo-
cuando ya hemos alcanzado el último paso del TPACK y debemos pensar la forma
que adoptará inclusión tecnológica.
En algún punto, creo que a la hora de
pensar en los entornos digitales que elegimos, debemos ponernos en el lugar del
editor. Según la estética del libro que desea publicar, la editorial
que pretende lo presente, etc. este evaluará los comentarios que deba hacerle
al escritor sobre su obra para que esta pueda insertarse en el objeto
tecnológico-cultural a través del cual circulará en el mercado de lectores. El resultado emergerá, entonces, de esa fusión.
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